La ruta del pasado fin de de semana: Senda del cartero en el parque natural de Ponga

Acerca de Ponga

Ponga se localiza en el sureste de la región y cubre una extensión de 205 km2. Su terreno es muy abrupto, combinando elevados y escarpados picos con valles profundos. La mayor parte de su territorio forma parte del Parque Natural de Ponga, constituido como tal en el año 2003.


Esta pequeña joya asturiana que tanto me fascina tiene muy poca población (unos 600 habitantes), lo que, junto con su riqueza natural y sus paisajes de ensueño la convierten en un lugar ideal para pasar algún tiempo en contacto con la naturaleza.


Personalmente, visité por primera vez este concejo asturiano casi por casualidad: encontré una ruta con un nombre interesante y me pareció una excusa perfecta para visitar una zona que desconocía. Por cierto, la ruta a la que me refiero se llama «Ruta por el Valle de Ponga» y ya he tenido la oportunidad de enseñarosla en un vídeo del canal de YouTube. Después de esa primera ocasión me quedó la imagen de un sitio al que ir cuando quiero tener la garantía de disfrutar de paisajes increíbles que me hacen sentir vivo. Esto es justo lo que representa a Ponga para mi.

La senda del cartero

La ruta que escogí esta vez para visitar la bella Ponga se llama Senda del Cartero y se identifica con el código PR-AS 282. Se trata de un recorrido circular que cubre una distancia de 10 kilómetros y tiene un desnivel acumulado de 600 metros.

Esta ruta era el recorrido que el cartero de la zona utilizaba para entregar el correo en los pueblos de difícil acceso por los que atravesaba y de ahí viene su nombre. No puedo dejar de imaginar el tremendo esfuerzo que este hombre ha tenido que haber hecho para subir por estos montes posiblemente llevando consigo una pesada cartera llena de cartas y paquetes. Y es que una cosa es hacer esta dura ruta una vez y otra bien distinta es recorrerla frecuentemente y sin importar las condiciones climatológicas. Desconozco el nombre o la historia personal de este héroe ahora anónimo pero me encantaría saber un poco más de él. Cuando estaba haciendo la ruta me imaginaba las cosas que habrá visto recorriendo este terreno tan escarpado y quiero pensar que lo habrán tratado como un príncipe en los pueblos por los que pasaba puesto que su función debe haber sido vital para sus habitantes.

Los primeros kilómetros del sendero son bastante duros y prueba de ello es la información que se muestra en el cartel que marca al comienzo de la ascensión, muy cerca del llamado Puente Vidosa. Allí se puede leer «Atención: Senda de Dificultad Elevada».
A nivel personal quería intentar hacer esta ruta por su importancia histórica y con esa idea me dirigí hasta allí con la intención de darme la vuelta si la cosa se ponía demasiado difícil para ser segura. Los primeros cuatro kilómetros son muy pendientes, con zonas resbaladizas y pedregales con roca suelta. Esto último puede ser un problema especialmente si no se hace la ruta en solitario o si se hace cuando hay más gente. De hecho, en un par de ocasiones y aunque iba con cuidado no pude evitar que un par de piedras bajaran rodando unos metros cuesta abajo. Esto que parece tontería podría haber sido problema si hubiera habido gente debajo de mi (en esos casos es siempre conveniente gritar a pleno pulmón «PIEDRA»). Claramente es necesario tener cuidado en esta parte de la ruta pero también tengo que decir que para mí es la más bonita y la que más merece la pena recorrer. Al mismo tiempo, conviene recordar mirar hacia atrás de vez en cuando también y echar un vistazo al paisaje que se revela a medida que subimos. Me sorprendería enormemente si no os deja asombrado lo que ven vuestros ojos.

Con una mezcla de envidia, admiración y respeto por ese cartero, alcanzo el pueblo de Biamon, el primero al que se llega haciendo la ruta. En este punto el camino se vuelve senda hormigonada, lo cual lo hace mucho más fácil de seguir. En Biamon vi casas vacías, pero también un un par de vehículos, lo cual me sugiere que este pueblo está todavía habitado.

Continuando el trayecto, alcancé el pueblo de Casielles, donde existe una pequeña ermita. Es aconsejable parar un momento en este que es el punto más alto de la ruta para admirar las vistas. A partir de ahora va a ser todo cuesta abajo y por carretera hasta llegar al punto de partida. Esto le resta un poco de encanto a la ruta, pero las vistas de las montañas y bosques de hayas nos acompañan durante casi toda la bajada, compensándonos un poco.

Después de caminar un rato y pararme de vez en cuando a grabar vídeo y sacar fotos llego hasta el desvío donde me uno a la carretera N-625, que me lleva, con un poco de tristeza, al final del trayecto: el Puente Vidosa. En este parte del recorrido conviene llevar puesto material reflectante pues la carretera se hace estrecha y los coches pueden ir un poco lanzados.

En conclusión este ha sido otro día inolvidable en una región de Asturias tan remota como bonita. Vuelvo a casa con la promesa de encontrar una excusa, cualquiera para ser honestos, para volver.